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Mark 1

:
Spanish - DHH1996
1 Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
2 El profeta Isaías había escrito: “Envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
3 Una voz grita en el desierto: ‘¡Preparad el camino del Señor, abridle un camino recto!’
4 Sucedió que Juan el Bautista se presentó en el desierto bautizando a la gente. Les decía que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonase sus pecados.
5 De toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oirle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.
6 Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostas y miel del monte.
7 En su proclamación decía: “Después de viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias.
8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.”
9 Por aquellos días, Jesús salió de Nazaret, en la región de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán.
10 En el momento en que salía del agua, Jesús vio que el cielo se abría y que el Espíritu bajaba sobre él como una paloma.
11 Y vino una voz del cielo, que decía: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido.”
12 Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto.
13 Allí vivió durante cuarenta días entre las fieras, y fue puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían.
14 Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios.
15 Decía: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Volveos a Dios y aceptad con fe sus buenas noticias.”
16 Paseaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al agua.
17 Les dijo Jesús: –Seguidme, y os haré pescadores de hombres.
18 Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.
19 Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca reparando las redes.
20 Al punto Jesús los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes, se fueron con Jesús.
21 Llegaron a Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar.
22 La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley.
23 En la sinagoga del pueblo, un hombre que tenía un espíritu impuro gritó:
24 –¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco. ¡Sé que eres el Santo de Dios!
25 Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole: –¡Cállate y sal de este hombre!
26 El espíritu impuro sacudió con violencia al hombre, y gritando con gran fuerza salió de él.
27 Todos se asustaron y se preguntaban unos a otros: –¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva y con plena autoridad! ¡Hasta a los espíritus impuros da órdenes, y le obedecen!
28 Muy pronto, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea.
29 Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
30 La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús,
31 y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al momento se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
32 Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados,
33 y el pueblo entero se reunió a la puerta.
34 Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba hablar a los demonios, porque ellos le conocían.
35 De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar apartado.
36 Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús,
37 y cuando lo encontraron le dijeron: –Todos te están buscando.
38 Él les contestó: –Vayamos a otros lugares cercanos a anunciar también allí el mensaje, porque para esto he salido.
39 Así que Jesús andaba por toda Galilea anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios.
40 Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: –Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
41 Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo: –Quiero. ¡Queda limpio!
42 Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio.
43 Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
44 –Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
45 Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle.